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Gestión de desastres o catástrofes con animales

Gestión de desastres o catástrofes con animales

Hoy nos proponemos abordar el complicado mundo del rescate animal. Y para ello hemos recurrido un capítulo muy interesante del libro: Routledge Handbook of Animal Welfare A. Knight, C. Phillips, & P. Sparks (Eds.). En el capítulo 25 Animal Disaster Management, Glassey, analiza las causas de los desastres con animales, las posibilidades de supervivencia de los mismos, y trata de establecer 4 fases donde trabajar.

 

Nos ha parecido una lectura muy interesante y por eso os dejamos hoy la traducción al castellano.

ANIMAL DISSASTER MANAGEMENT

Los incendios del Verano Negro australiano de 2019-2020 que diezmaron a más de tres mil millones de animales (Fondo Mundial para la Naturaleza, 2020) sirvieron de duro recordatorio de los peligros que los humanos elegimos crear. Los desastres no son naturales, no son un acontecimiento. Son un proceso fabricado e implementado por las personas y sus decisiones (Kelman, 2020, p. 15). Las definiciones de lo que constituye una catástrofe, tienden a ser antropomórficas y no reconocen a los animales en su terminología como seres sensibles como impactos medioambientales o pérdidas materiales. Los seres humanos están cada vez más expuestos a riesgos naturales como inundaciones, tormentas, sequías e incendios, con la urbanización, el crecimiento de la población y el cambio climático (Haddow et al., 2017). Además, los animales son cada vez más vulnerables a estos peligros, también debido a la intensificación de la ganadería, la pérdida de hábitats naturales y el deterioro de las infraestructuras zoosanitarias, todos ellos causados por la acción humana. Sólo los seres humanos, aunque con distintos grados de influencia, poder y recursos, pueden mitigar estos riesgos. Este desequilibrio de poder impone al hombre la obligación moral de proteger a los animales de los efectos de las catástrofes que él mismo ha provocado.

 


Aunque a veces los profanos las utilizan indistintamente, las emergencias y las catástrofes son dos cosas distintas. Una emergencia es un suceso que amenaza la vida o la propiedad, mientras que una catástrofe es una emergencia que supera las capacidades existentes y requiere ayuda exterior.

 

Para evitar confusión con la medicina veterinaria de emergencia, la gestión de catástrofes animales se entiende mejor cuando se dirige a un amplio abanico de destinatarios, desde los veterinarios hasta los gestores de catástrofes. El objetivo de la gestión de desastres animales es crear comunidades resilientes que incluyan a los animales.

 

POR QUE IMPORTAN LAS CATASFTROFES (DESASTRES) ANIMALES

 

Uno de los primeros ejemplos de protección de los animales contra las catástrofes lo encontramos en la historia bíblica del Diluvio con Noé, en la que Dios salvó a Noé y a su familia de una inundación catastrófica tras ordenarles que construyeran un arca para ellos y dos animales de cada especie.(Nueva Versión Internacional 2011, Génesis 7). Aunque la ciencia y la religión pueden no estar de acuerdo en la existencia de tal Arca, el significado cultural de la existencia de la vida humana en los textos religiosos no debe ignorarse.

 

Se calcula que más de 40 millones de animales se ven afectados por catástrofes cada año, cifra que aumenta en el Antropoceno (Sawyer y Huertas, 2018, p. 2). Sin embargo, la génesis de la gestión de desastres en los tiempos modernos se debe en gran medida a las lecciones y reformas que siguieron al huracán Katrina. En agosto de 2005, el huracán Katrina azotó la costa del Golfo de los Estados Unidos de América. A su paso dejó 110.000 millones de dólares en daños y 1.836 muertos, convirtiéndose en la tercera catástrofe más mortífera de Estados Unidos.

 

Esta catástrofe también puso de relieve la importancia de la gestión de emergencias con animales de compañía. 50.000 animales de compañía abandonados durante la evacuación de Nueva Orleans, pereciendo entre el 80 y el 90% de ellos. Lo que se preveía que acabaría en días, se convirtió en una catástrofe y desencadenó la mayor operación de rescate de animales de la historia de Estados Unidos.

15.000 mascotas, con el apoyo de unos 5.000 voluntarios. Antes de 2005, era la política de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA) que decía que las mascotas debían ser abandonadas durante las evacuaciones. Esto está cambiando conforme normas de protección animal establecen nuevos marcos.

 

La lección de seguridad pública más convincente que aprendieron los servicios de emergencia, durante el huracán Katrina fue que, aproximadamente el 44% de los de las personas que no quisieron ser evacuadas, se quedaron, al menos en parte, porque no querían dejar atrás a sus mascotas. (Instituto Fritz, 2006). En efecto, Heath y Linnabary (2015) refuerzan este hallazgo diciendo que:

 

No hay otro factor que contribuya tanto al fracaso de la evacuación humana en desastres, que, que estén bajo el control de la gestión de emergencias, cuando una amenaza es inminente, como tener una mascota. Los gestores de emergencias pueden aprovechar el vínculo que la gente tiene con sus animales, para inculcar un comportamiento adecuado de los propietarios de mascotas en las catástrofes.

 

El vínculo entre humanos y animales ha sido el enfoque principal de la gestión de desastres animales, a menudo utilizando el fenómeno bien documentado de seres humanos poniéndose en riesgo por los animales, como un medio para abordar las preocupaciones sobre el bienestar animal a través de un paradigma de "salvar vidas de animales, salvar vidas humanas". Y esto es especialmente cierto en el caso de los animales de compañía y de servicio, que son los que más se han podido beneficiar de los cambios normativos para protegerlos de los impactos de las catástrofes, a pesar de ser los menos vulnerables, dado que que la tutela humana les brinda protección. Son los animales que tienen poco o ningún, vínculo humano-animal, como los animales salvajes y los explotados para el consumo, los que gozan de menos protección, lo que los hace mucho más vulnerables a efectos de las catástrofes.

 

La sociedad en su conjunto suele clasificar a los animales mediante un sistema sociozoológico, que clasifica a los animales en una estructura de significado que les permite definir, reforzar y justificar sus interacciones con otros seres (Irvine, 2009). Esta construcción de escala sociozoológica da más peso a la comprensión de que los desastres no son naturales; sino que se manifiestan humanos, determinando qué especies animales son menos importantes que otras, lo que hace que unos animales sean más vulnerables que otros.

 

Los humanos son responsables en gran medida de que los animales sean vulnerables a las catástrofes, pero a diferencia de los humanos, los animales a menudo no tienen elección en la construcción o exposición de sus vulnerabilidades agravadas. Esta vulnerabilidad puede verse exacerbada por la debilidad de las infraestructuras zoosanitarias, que se considera causa fundamental de desastres en animales de compañía (Heath y Linnabary, 2015), junto con una miríada de otros problemas complejos en un contexto de política pública y la planificación (Glassey, 2020a). Incluso el estatuto jurídico de los animales puede contribuir a aumentar su vulnerabilidad a los efectos de las catástrofes. Tratados como propiedad, los animales son "jurídicamente inferiores a las personas" y, por tanto, “Por lo general, se le otorga baja prioridad en las iniciativas de respuesta a emergencias” (Best, 2021)
 
La realidad de las leyes sobre catástrofes animales es que rara o pocas veces tienen impacto sobre los animales; las motivaciones de estas leyes se centran más en proteger a las personas mejorando el cumplimiento de la evacuación humana y previniendo que los humanos regresen a zonas peligrosas de desastre para salvar animales, especialmente animales de compañía.

Dado el impacto en el bienestar humano y ambiental que surge de los animales afectados por desastres y emergencias, la referencia obsoleta a la “gestión de emergencias para el bienestar animal” por parte de algunos gobiernos
en su planificación de emergencias, no reconoce estas relaciones y es contraproducente para hacer de los animales una prioridad en la reducción del riesgo de desastres, dentro de un entorno de salud o de bienestar.

 

FASES DE LA GESTIÓN DE CATÁSTROFES (DESASTRES) ANIMALES

Dentro de la profesión de gestión de emergencias (también conocida como gestión de desastres o catástrofes), se adopta un enfoque de ciclo de vida para mitigar los peligros, prepararse para los impactos de los riesgos residuales (el riesgo restante después de que se hayan aplicado los controles de mitigación), responder a los desastres para proteger la vida y las propiedades, y apoyar a las comunidades afectadas en la recuperación. Generalmente se las conoce como las cuatro fases de la gestión integral de desastres (Haddow, 2011, p. 9),

Algunos países como Nueva Zelanda se refieren a estas fases como Reducción, Preparación, Respuesta y Recuperación, respectivamente (Glassey y Thompson, 2020).

 

FASE DE PREVENCIÓN

En el contexto de la gestión de desastres animales, la fase de prevención incluye la eliminación del riesgo o su reducción a un nivel aceptable, de prohibir la cría intensiva o al menos reducir los riesgos asociados, y de no construir alojamientos para animales en llanuras aluviales. Otras medidas de mitigación incluyen el refuerzo sísmico de los sistemas de jaulas para animales en regiones propensas a terremotos, o la instalación de sistemas de extinción de incendios y disponibilidad de agua para combatir incendios, por nombrar sólo algunas. Sin embargo, a menudo existe un riesgo residual a pesar de que se apliquen estos tratamientos y, por lo tanto, es necesario prepararse para la eventualidad del peligro.

 

Las actividades de prevención pueden extenderse a la aprobación de leyes para brindar una mejor protección a los animales para evitar que estén expuestos a peligros de desastres. En Texas, según la Sección 821.077 del Código de Salud y Seguridad, es ilegal sujetar a un perro en el exterior sin supervisión, durante condiciones climáticas extremas o cuando se hayan emitido advertencias climáticas asociadas (Estado de Texas, 2007). Aunque los animales de compañía son menos vulnerables que los animales de producción en cautiverio, los perros y gatos suelen recibir niveles más altos de protección legal. Una vez más, esto ilustra que los animales probablemente sean clasificados por su apego a los humanos, en lugar de solo por su cruda vulnerabilidad. Los animales de cría intensiva, como los cerdos y los pollos, son extremadamente vulnerables a los efectos de los desastres. A menudo, estas instalaciones se construyen en terrenos remotos y propensos a peligros, lo que hace que el terreno sea menos costoso y, por lo tanto, se percibe como más rentable para operar un negocio. Se podrían utilizar ordenanzas locales para impedir la construcción u operación de granjas intensivas en llanuras aluviales, eliminando en gran medida el riesgo de inundación para estos animales. En 1999, el huracán Floyd devastó partes de Carolina del Norte. Aproximadamente 2,8 millones de aves de corral, 30.500 cerdos, 2.000 vacas y 250 caballos se ahogaron durante este desastre (Green, 2019, p. 2). En el terremoto de Canterbury de 2020, más de 20.000 pollos murieron o fueron destruidos cuando sus sistemas de jaulas colapsaron (Glassey y Wilson, 2011). La instalación de refuerzos sísmicos para las jaulas probablemente habría evitado muchas de sus muertes.

 

En la gestión de desastres, rara vez son tomados en consideración los animales de laboratorio, y la investigación en esta área es limitada. Estos animales siempre están confinados en jaulas, y a menudo dependen totalmente de la alimentación, el agua y el control ambiental automatizados para su supervivencia, y cuando estos sistemas fallan, su bienestar puede verse gravemente comprometido. En 2006, un generador falló en la Universidad de Ohio, y cuando se restableció la electricidad, se activó el sistema de calefacción y la temperatura alcanzó los 105ºF (40,5ºC). Casi 700 animales murieron (Irvine, 2009, p. 85). Aunque algunos productores pueden percibir que las medidas de mitigación, como la extinción automática de incendios, los sistemas de ventilación de respaldo y los refuerzos sísmicos, son costosas, la reducción del riesgo de desastres tiene sentido desde el punto de vista económico. Según las Naciones Unidas, cada dólar invertido en reducción y prevención de riesgos puede ahorrar hasta 15 dólares en la recuperación posdesastre (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, 2020a).

 

Los zoológicos y acuarios también se han visto afectados por desastres y a menudo se pasan por alto, con requisitos de planificación de emergencia generalmente centrados en la pérdida de contención de animales peligrosos y la protección del público, en lugar de los impactos negativos a gran escala sobre el bienestar animal de sus animales cautivos que los desastres pueden causar. En 2002, el Zoológico de Praga se inundó, lo que provocó la muerte de más de 150 animales (Irvine, 2009, p. 124), y en el período de posguerra de Afganistán de 2001, los animales del Zoológico de Kabul quedaron sin suficiente cuidado y atención, dejando que muchos mueran de hambre y de las duras condiciones invernales posteriores (Sawyer y Huertas, 2018, p. 51).

 

Cuando las tropas estadounidenses y de la coalición se retiraron de Afganistán en agosto de 2021, Kabul, incluido su zoológico municipal, cayó bajo el control de los talibanes. La coalición Asia for Animals (AFA) informó que ningún animal había sufrido daños y que los talibanes se aseguraban de que el zoológico siguiera funcionando con normalidad (AFA, 2021). No está claro si la protección continua de estos animales de zoológico fue una decisión consciente de los talibanes, ya sea como una lección del período de posguerra de 2001, o incluso como parte de su campaña de corazones y mentes para pretender una nueva, un estilo de gobierno más humano. De hecho, la difícil situación de los animales durante la retirada de Estados Unidos captó la atención del mundo y provocó indignación cuando se alegó que las fuerzas estadounidenses habían dejado atrás a sus perros del servicio militar, lo que más tarde se descubrió que era incorrecto. Los animales fotografiados en jaulas de aerolíneas en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai eran en realidad perros del ¨Kabul Small Animal Rescue¨ que esperaban evacuar a estos animales y a su personal (DefenseOne, 2021). La reacción del público también presionó con éxito al gobierno del Reino Unido para que permitiera a Pen Farthing –un ex marine británico que dirigía el refugio benéfico para animales Nowzad en Kabul– evacuar a docenas de perros y gatos al Reino Unido en un avión fletado de forma privada (Washington Post, 2021). Farthing fue criticado por líderes gubernamentales, incluido el secretario de Defensa británico, Ben Wallace, por supuestamente anteponer la vida de los animales a la de las personas (Washington Post, 2021).

 

Cuando el Acuario de las Américas se quedó sin energía del generador de respaldo durante el huracán Katrina, más de 10,000 peces se asfixiaron (Irvine, 2009, p. 13). Tener una infraestructura resiliente es clave para la supervivencia de los animales en cautiverio que dependen de sistemas ambientales, de alimentación y de agua automatizados. De manera similar, en el terremoto de Christchurch de 2011, el Acuario Southern Experience sufrió daños irreparables y, a pesar de los esfuerzos de rescate, un número no revelado de peces fueron sacrificados debido a la mala calidad del agua y a la falla del generador (Potts y Gadenne, 2014, p. 217).

 

Los animales que dependen del capricho de los humanos para sobrevivir son los más vulnerables a los desastres y los que se exportan vivos por mar no son diferentes. En 2019, el transportador de ganado Queen Hind volcó con más de 14.000 ovejas a bordo con destino al matadero. Las condiciones a bordo antes del zozobra eran difíciles. A pesar de los esfuerzos de los especialistas en rescate de animales de Four Paws y de la Asociación de Rescate y Cuidado de Animales (ARCA) de Rumania, más de 13.820 ovejas se ahogaron o murieron a causa del zozobra. Posteriormente se descubrió que la embarcación tenía pisos secretos que habrían contribuido a la sobrecarga y que afectaban la estabilidad de la embarcación (Zee, 2021). La prohibición de exportar animales vivos habría evitado este desastre causado por el hombre.


FASE DE PREPARACIÓN

Como parte del marco PPRR, la planificación de desastres dentro de la fase de preparación, brinda una oportunidad para mejorar la efectividad de la respuesta para proteger la vida y la propiedad, así como reducir los impactos en las comunidades bajo un enfoque previamente acordado, cuyo objetivo es proporcionar claridad de roles en todas las organizaciones. Académicos clásicos como Auf der Heide (1989) promueven el principio fundamental de que los planes de emergencia deben basarse en comportamientos probables, no correctos. Desde la perspectiva tradicional de los servicios de emergencia, se consideraría correcto que, cuando a las personas se les dijera que evacuaran y dejaran atrás a sus animales de compañía, lo hicieran obedientemente. Sin embargo, es más probable que los guardianes de estos animales ante una evacuación se nieguen a evacuar a menos que puedan llevarse a sus animales, como ocurrió en el huracán Katrina (Irvine, 2009) y en desastres como el incidente nuclear de Fukushima tras el terremoto japonés de 2011. y tsunami (Kajiwara, 2020).

 

Desarrollar planes de emergencia que incluyan a los animales, ayuda a aclarar las funciones y responsabilidades de las partes durante un desastre. Para no crear dependencia y complicar la logística de evacuación, es fundamental que los guardianes de los animales se responsabilicen de su bienestar. Esta responsabilidad suele estar consagrada en la ley y, como los desastres no son naturales, las obligaciones de dichos tutores no necesariamente se ven erosionadas. En algunos países o estados, existen responsabilidades legales adicionales para garantizar la seguridad de los animales expuestos a condiciones climáticas extremas previstas (Glassey, 2018; 2019; 2020b).

 

Aunque existen muchos modelos diferentes, el estándar del Programa de Acreditación para el Manejo de Emergencias (EMAP) https://emap.org/the-emergency-management-standard/  es flexible para aplicarse a la planificación de desastres animales en todos los niveles (nacional, estatal, local). Utilizando el estándar EMAP (2019) como punto de referencia, los planes de gestión de emergencias deben incluir las siguientes consideraciones:

 

     Gestión de Programas, Administración y Finanzas, y Leyes y Autoridades;
     Identificación de peligros, evaluación de riesgos y análisis de consecuencias;
     Mitigación de Peligros;
     Prevención;
     Planificación y Procedimientos Operativos;
     Administracion de incidentes;
     Gestión de Recursos, Ayuda Mutua y Logística;
     Comunicaciones y Avisos;
     Instalaciones;
     Capacitación;
     Ejercicios, Evaluaciones y Acciones Correctivas;
     Educación Pública de Emergencia y…

 

Además de los estándares básicos mencionados anteriormente, las consideraciones específicas de los animales deben incluir:

 

     Lecciones de emergencias anteriores;
     Eutanasia y despoblación;
     Eliminación de cadáveres;
     Captura humanitaria en áreas evacuadas;
     Protocolos de alimentación en el lugar;
     Consideraciones veterinarias (por ejemplo, manejo de enfermedades zoonóticas);
     Eliminación de animales desplazados no reclamados (como adopción);
     Búsqueda, rescate, evacuación, refugio, recuperación de cadáveres y…

 

Aunque este capítulo no se centra en el manejo de enfermedades animales, las consideraciones de planificación del manual de Buenas Prácticas de Manejo de Emergencias (GEMP) publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) https://www.fao.org/3/cb3833es/cb3833es.pdf contienen consejos útiles, incluida la promoción de que los planes para desastres relacionados con los animales sean parte de los acuerdos nacionales de gestión de desastres y poder acceder a financiación gubernamental relacionada (2011, p. 18).

 

El valor en las fases de planificación a menudo no es el documento final, sino más bien el proceso que debería involucrar a las partes interesadas para desarrollar una apreciación común de los peligros y de cómo se debe llevar a cabo una respuesta coordinada. Cuando los planes se desarrollan de forma aislada, normalmente terminan siendo un ejercicio de marcar casillas, lo que también se conoce como “síndrome del plan en papel” (Auf der Heide, 1989).

 

Los enfoques de planificación de la gestión de desastres animales todavía están generalmente en sus primeras etapas, dado que en su mayor parte hasta la aprobación de la Ley PETS de EE. UU. en 2006, había pocos impulsores regulatorios para dicha planificación en todo el mundo. Gran parte de los esfuerzos de planificación se han centrado en la adopción de enfoques centrados en las personas, lo que tiene sentido por razones de compatibilidad, eficiencia y legitimidad de los esfuerzos. Sin embargo, estos modelos de planificación adoptados fueron desarrollados y perfeccionados para una sola especie: los humanos, sin la debida consideración por las demás especies. Hay aproximadamente 7.700.000 especies de animales en la Tierra (Mora et al., 2011) y esta variedad de especies no humanas crea desafíos adicionales para los planificadores de desastres animales, quienes a menudo deben desarrollar planes que puedan adaptarse a los usuarios finales (los animales), que no se comunican y que probablemente se esconden, escapan y/o atacan. En comparación, parecería que ayudar a los humanos en desastres es más fácil.

 

En 2014, el Comité Asesor Nacional para Animales en Emergencias publicó los Principios de Planificación Nacional para Animales en Desastres (NPPAD) https://knowledge.aidr.org.au/resources/ajem-apr-2015-national-planning-principles-for-animals-in-disasters/, que fueron respaldados por el Comité de Manejo de Emergencias de Australia y Nueva Zelanda (Trigg et al., 2021). el proceso de planificación y 16 principios adicionales que se incluirán en los planes reales. En 2020, se descubrió que en Australia había una conciencia moderada de los principios entre las partes interesadas y una implementación de los principios de baja a moderada (Trigg et al., 2021). Estos principios, aunque desarrollados principalmente en Australia, son generalmente aplicables a la mayoría de los demás países y pueden resultar beneficiosos para el proceso de planificación.

 

La fase de preparación podría incluir la creación y prueba de planes de emergencia para instalaciones de alojamiento de animales, campañas de educación pública sobre la preparación para desastres animales, entrenar a los animales para que se familiaricen con los procesos de evacuación y transporte, llevar a cabo campañas de colocación de microchips, suscripción a sistemas de alerta temprana para inundaciones, incendios y similares, y capacitación para el personal de respuesta a desastres animales en comando de incidentes, seguridad contra incendios forestales e inundaciones. Esto garantiza que cuando ocurra el desastre, la respuesta para proteger la vida y la propiedad pueda ser más efectiva, lo que puede incluir centros de evacuación que admitan mascotas, crianza de animales de emergencia, atención veterinaria en casos de desastre y rescates de animales.

 

La educación, la capacitación y el ejercicio también son fundamentales para la fase de preparación. La gama de cursos y programas educativos sobre gestión de desastres animales está aumentando lentamente. El intercambio de información y la creación de redes continúan ayudando a avanzar en esta disciplina profesional emergente y foros como la Alianza Nacional para Programas Estatales y de Emergencia Agrícola (NASAAEP) (Green, 2019, p. 3) y la Conferencia Mundial sobre Gestión de Desastres Animales (GADMC) han hecho importantes contribuciones a la promoción de comunidades resilientes que incluyan a los animales.

 

Como complemento a la variedad de enfoques de planificación existentes, Vieira y Anthony (2021) desarrollaron seis objetivos de cuidado animal éticamente responsable que se deben tener en cuenta al desarrollar planes y políticas de gestión de desastres en el Antropoceno. Incluyen


(1) salvar vidas y mitigar daños;
(2) proteger el bienestar animal y respetar las experiencias de los animales;
(3) observar, reconocer y promover la justicia distributiva;
(4) promover la participación pública;
(5) empoderar a los cuidadores, tutores, propietarios y miembros de la comunidad;
(6) reforzar el profesionalismo de la comunidad veterinaria y de salud pública, incluida la participación en equipos multidisciplinarios y desarrollos científicos aplicados.

 

Armados con el NPPAD australiano (Principios de Planificación Nacional para Animales en Desastres), el estándar EMAP (Programa de Acreditación para el Manejo de Emergencias) y los seis objetivos de cuidado éticamente responsable, los planificadores de desastres animales tienen herramientas para crear planes efectivos.

 

FASE DE RESPUESTA

Aunque la fase de respuesta suele ser la más publicitada, suele ser la más breve. El tiempo necesario para rescatar animales antes de que mueran por lesiones, enfermedades, sed o hambre suele ser pequeño y requiere una intervención inmediata. En la agricultura, se argumenta que asegurar a los animales puede tener resultados negativos en materia de bienestar animal, ya que a menudo el desencadenante del pago es la muerte de dichos animales (Sawyer y Huertas, 2018). Entonces resulta económicamente atractivo para los guardianes del ganado permitir que mueran. Sin embargo, con frecuencia se ha descubierto que la repoblación de rebaños después de desastres es ineficaz, lo que genera daños económicos a largo plazo a los agricultores, y existe un motivo para fomentar la intervención temprana para proteger el ganado superviviente como una mejor alternativa (Sawyer y Huertas, 2018).

 

Un ejemplo de esta repoblación ineficaz ocurrió en Myanmar en 2008, después del ciclón Nargis, donde las zonas sufrieron grandes pérdidas de búfalos trabajadores que eran fundamentales para la cosecha de arroz. Sin estos animales, las tierras contaminadas por las inundaciones no podrían volverse productivas, por lo que se introdujeron nuevos búfalos de trabajo. Sin embargo, este programa de repoblación no abordó adecuadamente las consideraciones de salud animal y condujo a la introducción de nuevas enfermedades y una mayor mortalidad de dichas poblaciones (Sawyer y Huertas, 2018). “Un apoyo deficiente a estos animales, un trabajo a menudo más duro después de un desastre, o programas de repoblación mal planificados pueden empeorar una mala situación muy rápidamente” (Sawyer y Huertas, 2018, p. 7). Desde principios de la década de 2000, la ayuda humanitaria y los profesionales veterinarios comenzaron a reflexionar críticamente sobre si sus intervenciones para proteger el ganado después de los desastres eran efectivas. Esto llevó a la Organización de Ayuda Alimentaria de las Naciones Unidas (FAO) y otras organizaciones a desarrollar y publicar las Directrices y estándares de emergencia ganadera (LEGS, 2017). El manual LEGS proporciona información general y estándares técnicos para mejorar la calidad y el impacto en los medios de vida del ganado. Proyectos relacionados en situaciones humanitarias (LEGS, 2014). Sin embargo, LEGS se enfoca en ayudar a las comunidades en países menos desarrollados y no proporciona estándares para intervenciones en desastres que involucran otros animales no ganaderos, como animales de compañía.

 

Cuando se llevan a cabo rescates de animales, a menudo existe una desconexión entre los grupos de interés animal ,que realizan esta función, y las autoridades de rescate, centradas en las personas. A menudo, estos “rescatadores de animales” son grupos espontáneos sin autoridad, capacitación o equipo, y esta deslegitimación del rescate de animales, obstaculiza particularmente a los equipos especializados en rescate de desastres animales que intentan buscar una respuesta legítima e integrada a los desastres entre animales y humanos (Glassey, 2021). La deslegitimación del rescate de animales se define como:

 

Respuesta su-bóptima por parte de grupos de interés animal que responden para ayudar a los animales en emergencias o desastres de manera insegura o ilegal, lo que en consecuencia hace que sea más difícil que las autoridades y la comunidad acepten y utilicen grupos de rescate de animales de emergencia de buena fe en el futuras intervenciones. (Glassey, 2021).

 

Además de poner potencialmente en riesgo vidas humanas, la deslegitimación tiene efectos negativos para el bienestar animal, al erosionar la confianza entre la comunidad de respuesta animal, y las organizaciones de servicios de emergencia. En última instancia, esta pérdida de confianza puede llevar a que la protección de los animales en desastres se considere un obstáculo, en lugar de una oportunidad para mejorar la seguridad humana y animal. Los estudios han demostrado que los humanos se ponen en riesgo para las necesidades de los animales, como romper los cordones para atender a sus animales o no evacuar si no pueden llevárselos (Heath, 1999; Heath et al., 2001; Irvine , 2009; Glassey, 2010; Potts y Gadenne, 2014; Heath y Linnabary, 2015; Taylor et al., 2015).

 

Durante los incendios forestales que azotaron Australia en el verano de 2019 y 2020, la pérdida de tres mil millones de animales atrajo la atención mundial, así como respuestas de grupos de interés nacionales e internacionales. Estos grupos se identifican formal o informalmente como “rescate de animales”; sin embargo, en el contexto de la respuesta a desastres, esto resulta confuso y engañoso para las organizaciones de servicios de emergencias. Estos grupos utilizan el término “rescate de animales”, mientras que podría ser más apropiado si se utilizara “cuidado de animales”, “bienestar” o “realojamiento”. El uso del término “rescate de animales” socava la credibilidad de las organizaciones de servicios de emergencia que rescatan animales, y algunos pueden considerar el término “rescate” como un adorno de la capacidad.

 

Desafortunadamente, la falta de una planificación de gestión de emergencias que incluya a los animales, da como resultado que, los grupos de interés animal respondan a los desastres sin la autoridad, la capacitación o el equipo adecuados, como observaron Glassey y Anderson (2019) en los incendios de Nelson, Nueva Zelanda, de 2019. Incluso los grupos de interés animal que se centran en la respuesta a desastres animales han resultado deficientes, como durante los incendios forestales de verano, donde los videos promocionales mostraban al personal trabajando con llamas y humo a su alrededor, sin equipo de protección básico (Glassey, 2021). El uso de ropa ignífuga, botas de seguridad, cascos, gafas y guantes es un requisito rudimentario para trabajar en lugares de incendio, ya que, incluso días y semanas después de que el incendio haya pasado, los incendios de vegetación y subterráneos son comunes y crean un riesgo para el personal. El riesgo de que caigan ramas y árboles durante y después de los incendios sigue siendo considerable y requiere el uso de cascos. El uso de vídeos o imágenes que muestran grupos de interés por los animales que no cumplen los requisitos básicos de seguridad, deslegitima el rescate de animales y reduce el nivel de confianza en las organizaciones de servicios de emergencia (Glassey, 2021).

 

La desconexión se ve agravada por el hecho de que los grupos de animales establecen sus propios estándares de entrenamiento, a menudo no reconocidos por las agencias de seguridad pública. En las operaciones de búsqueda y rescate urbano, las marcas de búsqueda aceptadas internacionalmente colocadas en estructuras colapsadas o dañadas (como después de un terremoto) no incorporan el rescate de animales, lo que genera confusión cuando los grupos de rescate de animales colocan sus propias marcas (Glassey y Thompson, 2020).

 

Otro aspecto de la deslegitimación del rescate de animales se produce cuando los grupos de interés animal responden a una emergencia y afirman que problemas de bienestar animal preexistentes son causados por el evento o están relacionados con él. Esto podría incluir tomar imágenes de animales callejeros en una ciudad dañada y sugerir que el animal necesitaba ser rescatado, cuando, en ese momento y antes del desastre, era un animal callejero; o mostrar perros sin caseta o encadenados tras inundaciones, cuando los perros se encontraban en estas condiciones antes de la inundación. Es posible que dichas inundaciones hayan expuesto estas vulnerabilidades, pero es posible que no hayan sido la causa de tales preocupaciones sobre el bienestar animal. Se argumenta que la prevención es mejor que la respuesta posterior al evento, y los grupos de interés animal que deseen reducir la vulnerabilidad de los animales a los desastres podrían centrar sus esfuerzos en la mitigación y el fortalecimiento de la débil infraestructura de salud animal para lograr un impacto sostenible en la mejora del bienestar animal (Glassey, 2021).
Cuando se rescatan animales de una zona afectada por un desastre, si no se localiza a un guardián, los animales afectados suelen ser alojados temporalmente. Los desastres, por definición, exceden la capacidad local, por lo que a menudo las instalaciones cotidianas, como los alojamientos para animales, los refugios humanos y las perreras, pueden no estar disponibles debido a daños o al exceso de la capacidad, sin mencionar que muchas veces estas organizaciones también pueden estar atendiendo a sus propios animales y/o las responsabilidades derivadas del desastre. Siempre que sea posible, se deben utilizar las instalaciones y proveedores de servicios existentes, ya que generalmente ofrecen niveles más altos de bienestar animal que los refugios temporales y su uso también estimula la recuperación económica. Mucho ha cambiado en la última década, y Estados Unidos ha liderado muchos enfoques nuevos para el refugio de emergencia para animales de compañía.

 

Los refugios tradicionales sólo para animales (AOS) son aquellos en los que el cuidado de los animales recae en el personal del refugio. Los refugios exclusivos para animales pueden ser apropiados en algunas situaciones, pero generalmente no son sostenibles cuando se requiere una gran cantidad de cuidadores, lo que hace que este enfoque sea difícil de ampliar en caso de desastres en áreas extensas. También se ha descubierto que estos refugios son 25 veces más caros de operar que los refugios de cohabitación (CHS) y cinco veces más caros que los refugios co-ubicados (CLS) (Strain, 2018). Cuando los animales están separados de sus guardianes en los refugios exclusivos para animales, esto puede aumentar el estrés en el animal, lo que puede aumentar el riesgo de enfermedad. Cuando se comparten animales de compañía, los evacuados se alojan en un edificio cercano al lugar donde se alojan los animales, lo que permite a los tutores mantener el cuidado y la responsabilidad de sus mascotas. Esto proporciona rutina y sentido de propósito y aumenta el tiempo de interacción entre el guardián y el animal. La otra opción, que apenas está ganando terreno en Estados Unidos, es la cohabitación, donde los humanos y sus animales de compañía son alojados como una sola unidad familiar. Esto a menudo conduce a una reducción del estrés tanto en el animal como en el ser humano, ya que las mascotas suelen proporcionar un mecanismo de afrontamiento psicosocial familiar y los animales suelen estar más estables y tranquilos. La falta de un refugio adecuado que admita mascotas conduce no sólo a malos resultados en materia de bienestar animal, sino que también puede comprometer la seguridad humana, especialmente para aquellos con fuertes apegos a sus animales. Este fue el caso después del terremoto, el tsunami y el desastre nuclear de Japón en 2011, donde las personas mayores solitarias no tuvieron otra opción que dormir en sus automóviles cerca de centros de evacuación que no permitían que los animales, solo para estar socialmente aislados, sufrieran hipotermia en el invierno y, en una ocasión, trombosis venosa profunda (TVP) por condiciones estrechas para dormir y sentarse (Kajiwara, 2020, p. 66). Si se acepta que la “alimentación en el lugar” también puede ser una alternativa al refugio de emergencia para animales en algunas circunstancias, la conclusión es que el refugio cohabitado es el estándar de oro (Green, 2019, p. 147).

 

La falta de transportadores de mascotas se ha relacionado como un factor causal en el fracaso de la evacuación (Heath, 1999, p. 209), particularmente para aquellos con múltiples animales pequeños. Ahora es una práctica común que las organizaciones benéficas especializadas en respuesta a desastres animales, como Animal Evac New Zealand, vayan a áreas que probablemente requieran evacuación o bajo aviso de evacuación y distribuyan transportadores de mascotas para mejorar el cumplimiento de la evacuación. Esto conduce a mejores resultados en materia de seguridad humana y animal (Glassey y Anderson, 2019).

 

Cuando se enfrentan a la necesidad de evacuar, algunos hogares pueden incluso evacuar parcialmente intencionalmente para dejar a alguien atrás para atender a sus animales, mientras que el resto se va por motivos de seguridad (Taylor et al., 2015). Cuando los animales han quedado atrás en una zona de desastre evacuada, muchos a menudo regresan para rescatarlos o atenderlos, lo que puede ponerlos a ellos mismos o a los servicios de seguridad pública en riesgo, como en el terremoto de Haití de 2010 (Sawyer y Huertas, 2018, p. 10 ), terremotos de Canterbury (Potts y Gadenne, 2014) e inundaciones de Edgecumbe (Glassey et al., 2020). Es común que los humanos se pongan en riesgo para proteger a sus animales o actuar de manera protectora, como en el caso del descarrilamiento del tren de Weyauwega en 1996. Tras el descarrilamiento de un tren que transportaba grandes cantidades de materiales peligrosos, todo el municipio de Wisconsin, formado por 1.022 hogares fueron evacuados apresuradamente. Al cabo de un par de días, los dueños de mascotas intentaron romper el cordón para rescatar a sus animales. Los frustrados propietarios, en “nombre de los animales”, llamaron por teléfono al centro de operaciones de emergencia mediante amenazas de bomba. Esto generó una importante atención negativa de los medios de comunicación, lo que llevó al gobernador del estado a ordenar a la Guardia Nacional que entrara con vehículos blindados para ayudar en el rescate de cientos de mascotas abandonadas (Irvine, 2009, p. 38).

 

En particular, la pérdida de animales de compañía puede tener efectos devastadores en la salud mental. Caza y col. (2008) descubrieron que los supervivientes del huracán Katrina tenían la misma probabilidad de sufrir impactos postraumáticos por la pérdida de su animal de compañía que por la pérdida de su hogar. Los desastres también pueden sacar lo peor de la humanidad y crear oportunidades para que individuos exploten a aquellos vulnerables en la comunidad, como los pedófilos de desastres que utilizan el estado de caos para traficar con menores no acompañados (Montgomery, 2011). Los animales también pueden ser vulnerables a abusos similares a los observados en el huracán Harvey con informes de robo y acaparamiento de desastres, este último involucrando a acaparadores de animales que aprovecharon el desastre como una oportunidad para reponer sus reservas (Glassey, 2018).

 

FASE DE RECUPERACIÓN

Incluso cuando comienza la fase de respuesta, también debería comenzar la planificación inicial para la fase de recuperación. La recuperación también puede describirse como la regeneración de la comunidad, y esta fase también debe incluir consideraciones para los animales y su bienestar. Esto a menudo puede incluir el suministro de alojamiento de alquiler respetuoso con los animales, la reunificación de animales desplazados y el restablecimiento de los servicios veterinarios y de bienestar animal. La recuperación debería reconstruirse mejor, y la definición de las Naciones Unidas, que se centra en las personas, se define como:

 

El uso de las fases de recuperación, rehabilitación y reconstrucción después de un desastre para aumentar la resiliencia de las naciones y comunidades mediante la integración de medidas de reducción del riesgo de desastres en la restauración de la infraestructura física y los sistemas sociales, y en la revitalización de los medios de vida, las economías y el medio ambiente. (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, 2020b)

 

La falta de alojamiento que admita mascotas después del desastre se ha identificado constantemente como un problema, desde Haití, donde, tras el terremoto de 2010, los desplazados internos en campamentos de tiendas de campaña no pudieron tener sus animales de compañía (Sawyer y Huertas, 2018, p. 10), a aquellos que regresaron a zonas de exclusión radiactiva cerca de Fukushima para atender en secreto a sus animales, o dormían en sus vehículos en condiciones heladas de invierno con sus animales, ya que no se permitía que los animales estuvieran en refugios masivos temporales (Kajiwara, 2020). De manera similar, en Christchurch, después del terremoto de Canterbury de 2011, los alojamientos que admitían mascotas se volvieron muy escasos, lo que obligó a los propietarios a renunciar a sus animales, lo que provocó mucha angustia tanto para los humanos como para los animales (Potts y Gadenne, 2014).

 

Los impactos estresantes sobre las personas y los animales durante y después de un desastre pueden sufrirse durante meses. Aquellas personas que responden para ayudar a los animales afectados por desastres, desde rescatistas voluntarios hasta veterinarios profesionales, no son inmunes a los impactos de estar expuestos a las experiencias angustiosas que a menudo se encuentran en un desastre. En un estudio global de personal veterinario de respuesta a desastres, se encontró que el 51% exhibió problemas de salud conductual durante su respuesta y hasta 6 meses después (Vroegindewey y Kertis, 2021). Es importante que cualquiera que esté considerando involucrarse en la respuesta a desastres animales tenga acceso a recursos y capacitación en primeros auxilios psicológicos.

 

La fase de recuperación también debería incluir un proceso para reflexionar sobre la respuesta, e incluso sobre la recuperación. Por lo general, después de una respuesta, se redacta un informe posterior a la acción (AAR - After Action Report) después de un informe de las organizaciones involucradas en la respuesta. El AAR es un primer paso importante en el proceso de gestión de lecciones, cuyo objetivo es mejorar no sólo las respuestas posteriores, sino también mejoras en las fases más amplias de la gestión integral de emergencias. En gran medida, los AAR no son obligatorios, como tampoco lo son su formato, contenido y difusión. Aunque los AAR son fundamentales para mejorar las respuestas posteriores, lo que debería conducir a mejores resultados en materia de seguridad pública y bienestar animal, rara vez se comparten, a menudo por temor a que las deficiencias provoquen vergüenza política o daño a la reputación.

 

Desafortunadamente, las lecciones identificadas en los AAR rara vez se aprenden. Un estudio de Glassey et al. (2020) encontraron que solo el 7% de las lecciones aplicables se aprendieron en el contexto de la respuesta a desastres animales derivados de la inundación de Edgecumbe de 2017 y los incendios de Nelson de 2019. El análisis comparativo de los AAR de ambos eventos encontró que los problemas comunes relacionados con la capacitación, la capacidad, las leyes, las políticas, la planificación, la gestión de la información y la gestión de incidentes se repetían y aparentemente no se aprendían lecciones. La suposición de que se aprenden lecciones de desastres anteriores requiere un examen más detenido.

 

RECOMENDACIONES

Para mejorar el bienestar animal en desastres, se necesita mucho trabajo. En primer lugar, se debe dar prioridad a reducir la vulnerabilidad de los animales a los peligros. Como parte de un enfoque integral de gestión de emergencias, los marcos para crear resiliencia comunitaria que incluya a los animales deben incluir leyes y políticas basadas en evidencias. Dichos marcos deben garantizar que los guardianes asuman la responsabilidad principal del bienestar animal en los desastres, pero también deben prever el seguimiento y el desempeño del gobierno y las organizaciones asociadas que facilitan y coordinan la gestión de desastres animales. Actualmente no existe ningún sistema para comparar la eficacia de los marcos de gestión de desastres animales entre países. Se recomienda revisar el Índice de Protección Animal (World Animal Protection, 2020) para incluir un indicador de gestión de desastres animales, o que se desarrolle un índice global de gestión de desastres animales de manera similar a las Capacidades Nacionales para la Respuesta Animal en Emergencias (NCARE) tal como se desarrollo por parte de la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (España et al., 2017). También se deberían desarrollar y considerar leyes modelo para la gestión de desastres animales como parte de los índices nuevos o revisados. Otros marcos, como los Cinco Dominios (Mellor, 2017), podrían beneficiarse de una mayor investigación con respecto a su aplicación a la gestión de desastres animales.

 

También es necesario un mayor esfuerzo concertado para incorporar la gestión de desastres animales, lejos de ser una “cuestión animal”. Los enfoques Una Salud – Un Bienestar ofrecen oportunidades para conectar el bienestar animal y humano y la sostenibilidad ambiental, todo en el contexto de la gestión de desastres y en línea con los marcos internacionales de reducción del riesgo de desastres, como el Marco de Sendai (Dalla Villa et al., 2020). .Travers et al. (2021) también ofrecen recomendaciones para mejorar el vínculo entre One Health y la gestión de desastres animales, que incluyen: cinco esferas de acción superpuestas:

 

  1. Integrar a las mascotas en las prácticas y políticas de gestión de desastres;
  2. Crear entornos que admitan mascotas y políticas relacionadas;
  3. involucrar la acción comunitaria en la planificación de la gestión de desastres;
  4. Desarrollar habilidades personales involucrando a los propietarios en el desarrollo de capacidades
  5. Reorientar los servicios de salud y emergencia hacia un enfoque más humano.

 

Tal vez la respuesta sea desarrollar un paradigma de 'Un Rescate' que reconozca los beneficios y oportunidades para la seguridad pública cuando las autoridades centradas en el ser humano integran a los animales en la planificación de desastres, como hacer que los servicios de bomberos y rescate coordinen la respuesta a los desastres animales para garantizar un enfoque integrado, evitando la duplicación de esfuerzos y aprovechando la capacidad de los equipos de respuesta a desastres con animales capacitados y equipados, actuando efectivamente como multiplicadores de fuerza. Este enfoque posiciona la protección de los animales no como una idea posterior en caso de desastres, sino como una función central que conducirá a mejores resultados en materia de seguridad humana y animal. Este cambio también requeriría que aquellos del lado 'animal' den un paso adelante y ganen más credibilidad dentro de la profesión de gestión de desastres, mediante el desarrollo de capacitación, calificaciones y credenciales en gestión de emergencias, como el Gerente Certificado de Emergencias (CEM®) para complementar el bienestar animal. o antecedentes veterinarios. Del mismo modo, aquellos en el 'lado de gestión de desastres' centrado en los seres humanos necesitan comprender mejor la importancia y los beneficios de incluir animales en los arreglos de desastres, a través del desarrollo profesional como el curso PrepVet de World Animal Protection y los cursos de estudio independiente de FEMA sobre planificación de emergencias para animales de compañía y ganado.

 

CONCLUSIONES

Millones de animales se ven afectados por desastres cada año y esto seguirá aumentando a medida que los humanos tomen decisiones que aumenten la vulnerabilidad de dichos animales a una gama cada vez mayor de peligros, exacerbados por el cambio climático, la intensificación de la cría de animales, la urbanización, la débil infraestructura de salud animal, y deficientes disposiciones para la gestión de desastres animales. Mientras la sociedad no mejore el status quo de la gestión de desastres animales, no sólo se verá comprometido el bienestar animal, sino también la seguridad, el bienestar y los medios de vida de los seres humanos. Para mitigar estos impactos, se requiere un esfuerzo coordinado para integrar mejor los sistemas de gestión de desastres humanos y animales, junto con mejores mecanismos de rendición de cuentas en todos los niveles. Alrededor de ocho millones de especies en todo el mundo dependen de que los humanos tengan la brújula moral para dar un paso al frente y abordar estas vulnerabilidades, y esa acción no puede llegar lo suficientemente pronto.

 

Fuente: Routledge Handbook of Animal Welfare capítulo 25 Animal Disaster Management (Glassey, 2022) in Routledge Handbook on Animal Welfare

 

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Publicado
el 11-03-2024

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